Necesitamos poner más atención en
nuestro consumo personal de energía, en la estrategia para recargarnos de
energía y en cómo gestionar el entorno energético personal. Existen cinco
pilares en los cuáles podemos sostener una estructura energética saludable:
1) Hábitos saludables.
2) Vivir con propósito.
3) Interconectividad social.
4) Consciencia.
5) Resiliencia.
Estos cinco pilares están intrínsecamente relacionados y, trabajar en ellos paralelamente implica gestionar la energía para proveernos del mayor impacto de vitalidad. Así que incrementar cada uno de ellos significa no solamente elevar nuestro nivel de energía sino también optimizar nuestro rendimiento físico y mental.
Por naturaleza, el ser humano es
un ser sociable. Nuestro cerebro está neuronalmente interconectado
(programado-cableado) para formar relaciones y comunidades con otros. Para la
cuestión energética, el punto no es que tan sociable seamos como individuos,
sino lo que importa es la profundidad y la calidad de nuestras relaciones, pues
esto determina el efecto energético que tiene dentro de nosotros y en nuestro
entorno. El entorno, significa, cómo nosotros nos preocupamos por los demás y
cómo ellos se preocupan por nosotros… el grado de penetración y la importancia
entre unos y otros, es lo que hace que nuestra energía (vibración, actitud,
disposición, etc.) cambie y sea la gran diferencia entre sentirnos drenados
energéticamente (tóxico) o sentirnos llenos de vitalidad energéticamente
(positivo y beneficioso). Dicha energía sostiene y es capaz de alterar nuestro
bienestar, la confianza en uno mismo y sobre todo la autoestima. Ya que influye
en el pensamiento, en el sentir y en la forma en que actuamos.
Se
debe a que las redes neuronales que se forman en nuestro cerebro van relacionando
y aprendiendo del entorno físico al plano mental, a través del
procesamiento neuronal de la experiencia social. Experiencias sociales
positivas activan el circuito neuronal de una manera específica diferente a las
experiencias negativas. Por eso el aprendizaje y las experiencias repetidas son
importantes para fortalecer las redes neuronales y favorecer cierto tipo de
comportamiento social deseado. Si aprendemos a ser más compasivos y promovemos
las experiencias sociales positivas entonces los circuitos neuronales
aprenderán, cambiará nuestro comportamiento llevándonos a eliminar las brechas
de interconectividad social, y muy probablemente, seremos más altruistas,
trabajaremos mejor en equipo, daremos mayor importancia a los resultados
colectivos que a los individuales, etc… Por el contrario, el aislamiento social
y las experiencias sociales negativas estimulan el aprendizaje del circuito
neuronal de tal manera que termina impactando negativamente el bienestar físico
y mental, por lo que probablemente, nos llevaría a estados de ánimo de
ansiedad, soledad, baja autoestima, depresión, etc… Según sea el caso, lo
anterior, define el signo (positivo o negativo) en el resultado de la ecuación
que gobierna la energía encargada de mover nuestras interacciones sociales en
un sentido u otro.
El apoyo social juega un papel
sumamente importante en el estado energético de cada persona, tiene un impacto
enorme. Cuando una persona se siente apoyada y valorada, recibe
psicológicamente energía que le hace sentirse segura de sí misma y su capacidad
creativa aumenta, así como también su disposición para colaborar. Por otro
lado, dar apoyo, eleva a través de la transferencia de energía la
autoestima y produce una sensación de importancia, de bienestar. En cualquier
caso, ya sea dar o recibir, la carga energética de bienestar está garantizada.
Esto se debe a que las relaciones humanas son recíprocas, por lo tanto, existe
intercambio de energía.
Me gustaría, por último,
mencionar cuatro estrategias para mover la energía de las personas
mediante la interconectividad social:
Expresar gratitud tiene un
efecto muy peculiar en el cerebro, que influye en la recompensa y en la
conectividad social. La gratitud es una emoción positiva, y, por ende, una
persona que expresa gratitud tiene mayor probabilidad de que otros le ayuden y
le apoyen. Una manera de practicarla activamente es mediante un diario (escribiendo
palabras positivas), comunicándonos verbalmente usando palabras de
agradecimiento todos los días, y escuchando lo que tienen que decir los
demás.
Practicar la compasión incluye
ser amables y cordiales con los demás. Investigaciones han demostrado que esto
promueve emociones positivas en la conectividad social y mejora la salud; ya
que disminuye el estrés, la ansiedad, mejora nuestras relaciones y nuestra
capacidad de perdonar, entre otros beneficios.
Sentirnos bien haciendo el
bien implica un sentido de altruismo. Dar apoyo a los demás resulta en una
mejor integración social, además mejora la confianza en uno mismo y nutre la
autoestima. Así que busca ser voluntario, sé activo en ayudar, e incluso,
escuchar a los demás es una forma excelente de hacer el bien a otros. A veces y
muy frecuente, todos necesitamos que alguien nos escuche.
No quieras hacer todo solo
busca mejor hacerlo en equipo. La colaboración es una manera muy poderosa para profundizar
en las relaciones humanas. Esto fomenta la empatía, la compasión y desarrolla
la comunicación efectiva entre los involucrados. Ya sea en lo profesional o en
lo personal, terminamos cultivando relaciones más gratificantes mediante una
cultura fraternal de respeto, apoyo, confianza y de buena voluntad. Pues se
convierte en un terreno fértil para nuevas ideas, resolución de problemas,
oportunidades, resultados sorprendentes, etc.
Las relaciones humanas son un
tema muy importante en el desarrollo social y es responsabilidad de todos
fomentarlas para el bienestar individual y colectivo.
L.Mn.