Compartir es parte del éxito

En la vida competimos unos con otros por alguna razón, sea buena o mala, sea importante o no; competimos ya sea por alguna venta, por promocionar algún producto en el mercado, por algún interés de negocios, por obtener el mejor salario, etc. El punto es que dicha conducta nos puede confundir y crear el mal hábito de aplastar a los demás para lograr lo que queremos sin importar el precio, o incluso, crear un estado mental de querer ser ridículamente el mejor en todo, para hacer menos a otros y así sentirnos superiores (ego). El problema es, que, haciendo esto, alimentamos el ego y terminamos siendo aplastados nosotros mismos por nuestra propia actitud y conducta.

La buena noticia es que podemos ganar siendo generosos (sin egoísmo) como lo afirma Adam Grant en su libro Dar y Recibir, planteándolo como un enfoque para conseguir el éxito. La idea central es progresar con nuestro propio esfuerzo al mismo tiempo que ayudamos a otros a progresar también. Es decir, si queremos tener éxito en la vida no sólo debemos trabajar duro y desarrollar nuestros mejores talentos sino también debemos aprender a relacionarnos con otros, pues esta es la clave para crecer compartiendo el pastel con otros. Con esto cerramos un círculo lleno de virtudes, si ganamos lo compartimos, si otros ganan lo comparten con nosotros, y así sucesivamente, unos comparten con otros creando abundancia dentro del círculo de interacciones humanas. Dar, recibir, compartir…

Cuando nos relacionamos con otras personas podemos optar por elegir una de entre estas tres conductas:

  1. Ser egoístas y acaparar todo (receptores).
  2. Dar y aportar valor a otros, sin esperar recibir nada a cambio (donantes).
  3. Buscar el equilibro entre los dos anteriores (equilibrados).

Si elegimos ser receptores, buscaremos obtener más de lo que merecemos y nuestros intereses estarán por encima de los demás. Prácticamente es usar nuestras habilidades para aplastar a otros, ser siempre mejores que los demás, y desarrollar nuestras mejores artimañas para ganar sin importar el precio, pero sin llegar a ser crueles ni lastimar a nadie, siempre siguiendo las reglas. Todo debe estar centrado en nosotros mismos, es decir, aquí alguien tiene que perder y debemos aumentar las probabilidades para que ese alguien que pierde no seamos nosotros. Si ayudamos o damos algo a otros siempre debemos buscar que lo que recibamos a cambio sea más de lo que hemos dado. 

Si elegimos ser donantes, buscaremos dar antes que recibir y sin importar si lo que recibimos es mucho, poco, o lo justo. Evaluar lo que podemos compartir y aportar a otros es sumamente importante, es llevar una vida centrada en los demás y no en sí mismos. Aportar valor a los demás es prioridad; donde la actitud y las acciones son la clave para lograrlo. Si ayudamos o damos algo a otros, siempre debemos buscar que lo que estos reciban sea mayor de lo que pueden dar a cambio, incluso cuando no tengan nada que dar. Se trata de dar sin esperar nada a cambio, dar lo mejor de uno mismo al servicio de los demás. Si elegimos ser donantes, entonces, estaremos dispuestos a compartir y ser generosos en todo lo que hagamos en la vida (en el trabajo, el hogar, las amistades, etc.). Fluiremos por la vida sembrando semillas y relaciones personales en todos lados, siempre pensando en las personas y compartiendo todo lo que sea posible con cualquiera de ellas. La idea principal es crear buenas relaciones con los demás para contribuir con ellos cada vez que podamos, sin esperar recibir nada a cambio más que el fortalecimiento de las relaciones.

Si elegimos ser equilibrados, buscaremos ser tanto receptores como donantes dependiendo de la situación. El objetivo es crear un balance entre dar y recibir, buscando siempre el punto más justo para cada circunstancia mediante el principio de reciprocidad. Esto significa que las relaciones interpersonales estarán regidas por la reciprocidad. 

En conclusión:

  • Cuando el receptor gana, entonces, alguien pierde. En este caso, el éxito es sólo para él y no se multiplica en los demás. Este éxito genera envidias y conflictos con otras personas.
  • Cuando el donante gana, entonces, otros también ganan. Incluso en la medida que otros crecen al mismo tiempo crean el éxito del donante, esto es, el éxito se crea colectivamente. En este caso, el éxito lo recibe el donante y se multiplica a través de los demás y continúa transmitiéndose indefinidamente a otras personas (efecto dominó). Este éxito se extiende y el donante termina siendo apoyado por la gente.
  • Cuando el equilibrado gana, es porque gana el principio de reciprocidad. Este éxito es similar al anterior, pero es más selectivo y acotado, aplica solo para un grupo de personas, por ejemplo, una empresa completa, dentro del entorno laboral, en los negocios, las ventas, etc. Tal vez no se extienda tanto como el anterior (hacia todo el mundo) pero es muy efectivo y productivo sobre todo en los negocios. En este caso, el éxito se alcanza satisfactoriamente siempre y cuando la reciprocidad sea lo más justa posible.

Esto significa que con cualquiera que elijas puedes ganar y tener éxito, la diferencia radica en si otros ganan cuando tú ganas y en el impacto de la reciprocidad; en si tu triunfo es individual o colectivo.

Y tú ¿cuál eliges? 😉

L.Mn.